Fuente: Enciclopedia Católica
Explicaciones doctrinales
La devoción al Sagrado Corazón no es sino una forma especial de devoción a Jesús. Al esclarecer su objeto, sus fundamentos y sus actos propios conoceremos qué es exactamente y qué hace distinta a esta devoción.
El objeto especial de la devoción al Sagrado Corazón
La naturaleza de esta cuestión es ya de por sí compleja y las dificultades que nacen a causa de la terminología la hacen aún más compleja. Sin profundizar en términos que son extremadamente técnicos, estudiaremos las ideas en sí mismas y, con el fin de saber pronto dónde estamos, nos detendremos en el significado y en el uso que se da a la palabra corazón en el lenguaje normal.
(a) La palabra corazón despierta en nosotros, antes que nada, la idea
del órgano vital que palpita en nuestro pecho y del que sabemos, aunque
quizás vagamente, que está íntimamente conectado no sólo con nuestra
vida física, sino también con nuestra vida moral
y emocional. Tal relación explica, también, que el corazón de carne
sea universalmente aceptado como emblema de nuestra vida moral y
emocional, y que por asociación, la palabra corazón ocupe el sitio que
tiene en el lenguaje simbólico y que esa palabra se aplique igualmente a
las cosas mismas que son simbolizadas por el corazón. (Cfr. Jer. 31,33; Dt. 6,5; 29,3; Is. 29,13; Ez. 36,26; Mt. 6,21; 15,19; Lc. 8,15; Rm.
5,5; Catecismo de la Iglesia Católica, nos. 368, 2517, N.T.).
Pensemos, por ejemplo, en expresiones como "abrir nuestro corazón",
"entregar el corazón", etc. Llega a pasar que el símbolo es despojado
de su significado material y en vez del signo se percibe sólo lo que es
significado. De igual manera, en el lenguaje corriente la palabra alma ya no despierta la idea de aliento, y la palabra corazón sólo nos trae a la mente las ideas de valor o amor.
Claro que aquí hablamos de figuras del lenguaje o de metáforas, más
que de símbolos. El símbolo es un signo real, mientras que la metáfora
es sólo un signo verbal. El símbolo es algo que significa algo
distinto de si mismo, mientras que la metáfora es una palabra utilizada
para dar a entender algo distinto de su significado propio. Por
último, en el lenguaje normal, nosotros pasamos continuamente de la
parte al todo y, gracias a una forma muy natural de hablar, usamos la
palabra corazón para referirnos a la persona. Todas estas ideas nos ayudarán a determinar el objeto de la devoción al Sagrado Corazón.
El problema comienza cuando se debe distinguir entre los significados
material, metafórico y simbólico de la palabra corazón. Se trata de
saber si el objeto de la devoción es el corazón de carne, como tal, o
el amor de Jesucristo significado metafóricamente por la palabra
corazón, o el corazón de carne en cuanto símbolo de la vida emocional y
moral de Jesús, especialmente de su amor hacia nosotros. Afirmamos que
se da debido culto al corazón de carne en cuanto éste simboliza y
recuerda el amor de Jesús y su vida emocional y moral (Cfr. Pío XII, encíclica "Haurietis Aquas", 18,21,24, N.T.). De tal forma, aunque la devoción
se dirige al corazón material, no se detiene ahí: incluye el amor, ese
amor que constituye su objeto principal pero que únicamente se alcanza
a través del corazón de carne, símbolo y signo de ese amor. La
devoción al solo Corazón de Jesús, tomado éste como una parte noble de
su divino cuerpo, no sería equivalente a la devoción al Sagrado Corazón
tal y como la entiende y aprueba la Iglesia.
Y lo mismo se puede decir de la devoción al amor de Jesús, como si se
tratara de una parte separada de su corazón de carne, o sin más
relación con este último que la sugerida por una palabra tomada en su
sentido metafórico. (Cfr. Gaudium et Spes, 22,2, N.T.) Pues hay que
considerar que en esta devoción existen dos elementos: uno sensible, el
corazón de carne, y uno espiritual, el que es representado y traído a
la mente por el corazón de carne. Estos dos elementos no son dos
objetos distintos, simplemente coordinados, sino que realmente
constituyen un objeto solo, del mismo modo como lo hacen el alma y el
cuerpo, y el signo y la cosa significada. De esos dos elementos el
principal es el amor, que es la causa y la razón
de la existencia de la devoción, tal como el alma es el elemento
principal en el [[hombre. Consecuentemente, la devoción al Sagrado
Corazón puede ser definida como una devoción al Corazón Adorable de
Jesucristo en cuanto él representa y recuerda su amor. O, lo que
equivale a lo mismo, se trata de la devoción al amor de Jesucristo en
cuanto que ese amor es recordado y simbólicamente representado por su
corazón de carne (Cfr. Encíclica de S.S. León XIII, Annum Sacrum;
Catecismo de la Iglesia Católica nos. 479, 609. N.T.).
Es este simbolismo lo que de da su significado y su unidad, y su fuerza
simbólica queda admirablemente completada al ser representado el
corazón como herido. Como el Corazón de Jesús se nos presenta como el
signo sensible de su amor, la herida visible en el Corazón nos recuerda
la invisible herida de su amor ("Sólo el corazón de Cristo, que conoce
las profundidades del amor de su Padre, pudo revelarnos el abismo de su
misericordia de una manera tan llena de simplicidad y de belleza",
Catecismo de la Iglesia Católica, 1439, N.T.). Ese simbolismo también
nos deja en claro que la devoción, si bien concede al corazón un lugar
especial, poco está interesada en los detalles anatómicos. Dado que en
las imágenes del Sagrado Corazón la expresión simbólica debe predominar
sobre todo lo demás, no se busca nunca la congruencia anatómica; ésta
afectaría negativamente la devoción al debilitar la evidencia del
simbolismo. Es de primera importancia que el corazón como emblema se
pueda distinguir del corazón anatómico; lo apropiado de la imagen debe
ser favorable a la expresión de la idea. En una imagen del Sagrado
Corazón es necesario un corazón visible, pero éste debe ser, además de
visible, simbólico. Y se puede afirmar algo semejante en el ámbito de la
fisiología, porque el corazón de carne que constituye el objeto de la
devoción, y que debe dejar ver el amor de Jesús, es el Corazón de
Jesús, el Corazón real, viviente, que en verdad amó y sufrió; el que,
como lo experimentamos en nuestros corazones, tuvo relación con las
emociones y la vida moral de Cristo; el que, por el conocimiento,
así sea rudimentario, que tenemos a partir de las operaciones de
nuestra propia vida humana, jugó igual papel en las operaciones de la
vida del Maestro. Sin embargo, la relación entre el Corazón y el Amor de
Cristo no tiene un carácter puramente convencional, como es el caso
entre la palabra y la cosa, o entre la bandera y el país que ésta
representa. Ese Corazón ha estado y está inseparablemente vinculado con
la vida de Cristo, vida de bondad y amor. Basta, empero, que en nuestra
devoción simplemente conozcamos y sintamos esta relación tan íntima.
No tenemos por qué preocuparnos por la anatomía del Sagrado Corazón, ni
con determinar cuáles son sus funciones en la vida diaria. Sabemos que
el simbolismo del corazón se funda en la realidad y que constituye el
objeto de nuestra devoción al Sagrado Corazón, la cual no está en
peligro de caer en el error.
Es precisamente esa característica la que define naturalmente a la
devoción al Sagrado Corazón. Es más, ya que la devoción se dirige al
amante Corazón de Jesús, ella debe abarcar todo aquello que es abrazado
por ese amor. Y, en ese contexto, ¿no fue ese amor la causa de toda
acción y sufrimiento de Cristo?. ¿No fue su vida interior, más que la
exterior, dominada por ese amor? Por otro lado, teniendo la devoción al
Sagrado Corazón como objeto al Corazón viviente de Jesús, eso mismo
familiariza al devoto con toda la vida interna del Maestro, con sus virtudes
y sentimientos y, finalmente, con Jesús mismo, infinitamente amante y
amable. Consecuentemente, de la devoción al Corazón amante se procede,
primero, al conocimiento íntimo de Jesús, de sus sentimientos y
virtudes, de toda su vida emocional y moral; del Corazón amante se
extiende a las manifestaciones de su amor. Hay otra forma de extensión
que, teniendo la misma significación, se realiza, sin embargo, de
diverso modo, pasando del Corazón a la Persona. Transición que, por otra
parte, es algo que se realiza naturalmente. Cuando hablamos de un
"gran corazón" siempre hacemos alusión a una persona, del mismo modo
que cuando mencionamos el Sagrado Corazón nos referimos a Jesús. Esto
no sucede porque ambas cosas sean sinónimas sino porque la palabra
corazón se utiliza para indicar una persona, y esto es posible porque
expresamos que tal persona está relacionada con su propia vida moral y
emocional. Del mismo modo, cuando nos referimos a Jesús como el Sagrado
Corazón, lo que en realidad queremos expresar es al Jesús que
manifiesta su Corazón, el Jesús amante y amable. Jesús entero queda
recapitulado en su Corazón Sagrado, al igual que todas las cosas son
recapituladas en Jesús.
Dios continuamente se lamenta de ello en las Sagradas Escrituras; los santos
siempre han escuchado en sus corazones la queja de ese amor no
correspondido. Una de las fases esenciales de la devoción es la
percepción de que el amor de Jesús por nosotros es ignorado y despreciado. El mismo Jesús reveló esa verdad a Santa Margarita María Alacoque, ante la que se quejó de ello amargamente.
Únicamente ese amor puede explicar a Jesús, así como sus palabras y
obras. Empero, su amor brilla más resplandeciente en ciertos misterios
a través de los que nos llegan grandes bienes, y en los cuales Jesús
se manifiesta más generoso en la entrega de si mismo. Podemos pensar,
por ejemplo, en la Encarnación, la Pasión y la Eucaristía. Estos misterios, además, tienen un lugar especial en la devoción que, buscando a Jesús y los signos de su amor y su gracia, los encuentra aquí con una intensidad mayor que en cualquier evento particular.
Ya se dijo arriba que la devoción al Sagrado Corazón, dirigida al
Corazón de Jesús como emblema de su amor, pone especial atención a su
amor por la humanidad. Lógicamente,
esto no excluye su amor a Dios, pues está incluido en su amor por los
hombres. Se trata, entonces, de la devoción al "Corazón que tanto ha
amado a los hombres", según las palabras citadas por Santa Margarita
María.
Por último, surge la pregunta de si el amor al que honramos con esta devoción es el mismo con el que Jesús nos ama en cuanto hombre o se trata de aquel con el que nos ama en cuanto Dios.
O sea, si se trata de un amor creado o de uno increado; de su amor
humano o de su amor divino. Sin lugar a dudas se trata del amor de Dios
hecho hombre, el amor del Verbo Encarnado. Ningún devoto separa estos
dos amores, como tampoco separa las dos naturalezas
de Cristo (Cfr. Catecismo de la Iglesia Católica, No. 470, N.T.). Y
aunque quisiésemos debatir este punto y solucionarlo a toda costa, sólo
encontraremos que hay diferentes opiniones entre los autores. Algunos,
por considerar que el corazón de carne sólo puede vincularse con el
amor humano, concluyen que no puede simbolizar el amor divino que, a su
vez, no es propio de la persona de Jesús y que, por tanto, el amor
divino no puede ser objeto de la devoción. Otros afirman que el amor
divino no puede ser objeto de la devoción si se le separa del Verbo
Encarnado, o sea que sólo es tal cuando se le considera como el amor
del Verbo Encarnado y no ven porqué no pueda ser simbolizado por el
corazón de carne ni porqué la devoción debiera circunscribirse
solamente al amor creado.
Fundamentos de la devoción
Esta cuestión puede ser estudiada bajo tres aspectos: el histórico, el teológico y el científico.
a. Fundamentos históricos
Al aprobar la devoción al Sagrado Corazón, la Iglesia
no simplemente confió en las visiones de Santa Margarita María, sino
que, haciendo abstracción de ellas, examinó el culto en si mismo. Las
visiones de Santa Margarita María podían ser falsas,
pero ello no debía repercutir en la devoción, haciéndola menos digna o
firme. Sin embargo, el hecho es que la devoción se propagó
principalmente bajo la influencia del movimiento que se inició en
Paray-le-Monial. Antes de su beatificación, las visiones de Santa Margarita María fueron críticamente examinadas por la Iglesia, cuyo juicio, en tales casos, aunque no es infalible, sí implica una certeza humana suficiente para garantizar las palabras y acciones que se sigan de él.
b. Fundamentos teológicos:
El Corazón de Jesús merece adoración,
como lo hace todo lo que pertenece a su persona. Pero no la merecería
si se le considerase como algo aislado o desvinculado de ésta.
Definitivamente, al Corazón de Jesús no se le considera de ese modo, y Pío VI, en su bula de 1794, "Auctorem fidei", defendió con su autoridad este aspecto de la devoción contra las calumnias jansenistas. Si bien el culto se rinde al Corazón de Jesús, va más allá del corazón de carne, para dirigirse al amor
cuyo símbolo expresivo y vivo es el corazón. No se requiere justificar
la devoción acerca de esto. Es la Persona de Jesús a quien se dirige, y
esta Persona es inseparable de su divinidad. Jesús, la manifestación
viviente de la bondad de Dios y de su amor paternal; Jesús,
infinitamente amable y amante, visto desde la principal manifestación de
su amor, es el objeto de la devoción al Sagrado Corazón, del mismo
modo que lo es de toda la religión cristiana.
La dificultad reside en la unión del corazón y el amor, y en la
relación que la devoción supone que existe entre ambos. Pero, ¿no es
esto un error que ya ha sido superado hace mucho?. Sólo queda por ver si
la devoción, bajo este aspecto, está bien fundamentada.
c. Fundamentos filosóficos y científicos:
En este aspecto ha habido cierta falta de certeza entre los teólogos.
No obviamente en lo tocante a la base del asunto, sino en lo que
respecta a las explicaciones. En ocasiones ellos han hablado como si el
corazón fuera el órgano del amor, aunque este punto no tiene relación
con la devoción, para la cual basta que el corazón sea el símbolo del
amor y sobre ello no cabe duda: sí hay una vinculación real entre el
corazón y las emociones. Nadie niega el hecho de que el corazón es
símbolo del amor y todos experimentamos que el corazón se convierte en
una especie de eco de nuestros sentimientos. Un estudio de esta especie
de resonancia sería muy interesante, pero no le hace falta a la
devoción, ya que es un hecho atestiguado por la experiencia diaria; un
hecho del cual la medicina puede dar razones y explicar las condiciones, pero que no es parte del presente estudio, ni su objeto requiere ser conocido por nosotros.
El acto propio de la devoción
El objeto mismo de la devoción exige un acto apropiado, si se considera
que la devoción al amor de Jesús por nosotros debe ser, antes que
nada, una devoción al amor a Jesús. Su característica debe ser la
reciprocidad del amor; su objeto es amar a Jesús que nos ama tanto;
pagar amor con amor. Más aún, habida cuenta que el amor de Jesús se
manifiesta al alma devota como despreciado y airado, sobre todo en la
Eucaristía, el amor propio de la devoción deberá manifestarse como un
amor de reparación. De ahí la importancia de los actos de desagravio,
como la comunión de reparación, y la compasión por Jesús sufriente. Mas
ningún acto, ninguna práctica, puede agotar las riquezas de la devoción
al Sagrado Corazón. El amor que constituye su núcleo lo abraza todo y,
entre más se le entiende, más firmemente se convence uno de que nada
puede competir con él para hacer que Jesús viva en nosotros y para
llevar a quien lo vive a amar a Dios, en unión con Jesús, con todo su
corazón, su alma y sus fuerzas.
Ideas históricas sobre el desarrollo de la devoción
1. Desde el tiempo de San Juan y San Pablo siempre ha existido en la Iglesia algo semejante a una devoción al amor de Dios, quien tanto amó al mundo que le dio a su Hijo
unigénito, y al amor de Jesús, quien tanto nos ama que se entregó a si
mismo por nosotros. Claro que, hablando adecuadamente, eso no era
equivalente a la devoción al Sagrado Corazón, ni le rendía culto al
Corazón de Jesús como símbolo de su amor. Desde los primeros siglos,
también, siguiendo el ejemplo del evangelista, ha sido costumbre
meditar sobre el costado abierto de Cristo y el misterio de la sangre y
agua, y se ha visto a la Iglesia como naciendo de esa herida, del
mismo modo como Eva nació del costado de Adán (Cfr. San Ambrosio, Expositio Evangelii secundum Lucam, 2, 85-89; Concilio Vaticano II,
Lumen Gentium, 3; Sacrosanctum Concilium, 5, N.T.) Sin embargo, no
existe constancia alguna de que durante los primeros diez siglos se haya
rendido culto al Corazón herido.
2. No es sino hasta los siglos XI y XII que encontramos señales
inconfundibles de alguna devoción al Sagrado Corazón. Se trataba de
acercarse al Corazón Herido a través de la herida del costado, y la
herida del Corazón simbolizaba la herida del Amor. Fue en el ambiente de
fervor de los monasterios benedictinos o cistercienses, gracias al pensamiento de Anselmo o Bernardo,
donde la devoción nació, aunque es imposible determinar con
certidumbre cuáles hayan sido sus primeros textos o quiénes sus
primeros devotos. Según Santa Gertrudis y Santa Matilde, y para el autor de la "Vitis mystica", la devoción ya era muy conocida en sus tiempos.
No sabemos, sin embargo, exactamente a quién se debe la "Vitis
mystica". Hasta principios del siglo XX se le había venido atribuyendo
su autoría a San Bernardo, pero algunas publicaciones de la hermosa y
académicamente completa edición Quaracchi la atribuyen, y no sin razones
de peso, a San Buenaventura
("S. Bonaventurae opera omnia", 1898,VIII, LIII). Sea como sea, ese
documento contiene uno de los más hermosos pasajes que se hayan
inspirado en la devoción al Sagrado Corazón y que la Iglesia utiliza
para las lecciones de la Liturgia
de las Horas en su fiesta. Para Santa Matilde (+1298) y Santa
Gertrudis (+1302), se trata de una devoción muy conocida que había sido
base de muchas bellas oraciones y prácticas devocionales. Y merece
especial atención la visión de Santa Gertrudis en la fiesta de San Juan
Evangelista, ya que constituye un hito en la historia de la devoción.
Habiéndosele permitido recostar su cabeza cerca del costado herido del
Salvador, pudo escuchar los latidos del Divino Corazón. Le preguntó a
Juan si en la noche de la Última Cena
él también había podido escuchar tan deliciosas pulsaciones y, si así
había sido, porqué no había hablado de ello. Juan le respondió que esa
revelación había sido reservada para tiempos posteriores, cuando el
mundo, habiéndose enfriado, necesitara que su amor se le recalentara
("Legatus divinae pietatis", IV, 305; "Revelationes Gertrudianae", ed.
Poitiers y Paris, 1877).
3. A partir del siglo XIII y hasta el XVI, la devoción se propagó,
pero sin desarrollarse internamente. Era practicada en todas partes por
almas escogidas, de lo que dan abundante testimonio las vidas de los
santos y los anales de las diferentes congregaciones religiosas como franciscanos, dominicos, jesuitas, cartujos, etc. Empero, siempre fue una devoción individual de carácter místico.
No había comenzado aún ningún movimiento generalizado, a menos que uno
concibiera como tal la devoción a las Cinco Llagas entre las que la
herida del Corazón figuraba prominentemente y a cuya propagación los
franciscanos habían dedicado gran esfuerzo.
4. Parece ser que fue en el siglo XVI que la devoción avanzó y pasó
del dominio místico al de la ascesis cristiana. Se convirtió en una
devoción objetiva, con oraciones
previamente formuladas y ejercicios especiales cuya práctica era muy
recomendada a la par que su valor era apreciado. Esto lo sabemos gracias
a los escritos de esos dos maestros de la vida espiritual, el piadoso
Lanspergius (+1539), de los Cartujos de Colonia, y el devoto Lois de
Blois (Blosius, 1566), un monje benedictino y abad de Liessies, en Hainaut. A ellos se pueden añadir San Juan de Ávila (+ 1569) y San Francisco de Sales, éste último del siglo XVII.
5. Desde entonces todo pareció ayudar al temprano nacimiento de la
devoción. Los autores ascéticos hablan de ella, especialmente los de la
Compañía de Jesús, Álvarez de Paz, Luis de la Puente, Saint-Jure y
Nouet. Y no faltan tratados especializados, como la pequeña obra del
Padre Druzbicki, "Meta Cordium, Cor Jesu". Entre los místicos y almas
piadosas que practicaron la devoción podemos contar a San Francisco de Borja, San Pedro Canisio, San Luis Gonzaga y San Alfonso Rodríguez, de la Compañía de Jesús. Igualmente, a la Beata Marina de Escobar (+1633) en España; a las Venerables Magdalena de San José y Margarita del Santísimo Sacramento, ambas carmelitas, en Francia; Jeanne de San Mateo Deleloe (+1660), una benedictina, en Bélgica;
la incomparable Armelle de Vannes (+1671). E incluso en ambientes
jansenistas o mundanos, Marie de Valernod (+1654) y Angélique Arnauld;
M. Boudon, archidiácono de Evreux, el Padre Huby, el apóstol de los
retiros, en Bretaña y, sobre todos ellos, la Beata Marie de la
Encarnación, quien falleció en Quebec en 1672. La Visitación parecía
estar esperando a Santa Margarita María. Su espiritualidad, algunas
intuiciones de San Francisco de Sales, las meditaciones de Mère
l'Huillier (+1692), todo ello preparó el camino. La imagen del Corazón
de Jesús estaba evidente en todas partes gracias, en gran manera, a la
devoción franciscana a las Cinco Llagas y a la costumbre jesuita de
colocar la imagen en la página de títulos de sus libros y en los muros
de sus templos.
6. A pesar de eso la devoción seguía siendo algo individual o, a lo mucho, privado. El hacerla pública, honrarla en el Oficio Divino y establecerle una fiesta estaba reservado a San Juan Eudes (1602-1680). El Padre Eudes fue, más que nada, el apóstol del Corazón de María,
pero en su devoción por el Corazón Inmaculado había siempre una parte
para el Corazón de Jesús. Poco a poco se fue separando la devoción por
el Sagrado Corazón y el 31 de agosto de 1670 se celebró con gran solemnidad
la primera fiesta del Sagrado Corazón en el Gran Seminario de Rennes.
El 20 de octubre le siguió Coutances y desde entonces quedó unida a esa
fecha la fiesta de los eudistas. De ahí pronto cundió la fiesta a
otras diócesis
e igualmente la devoción fue adoptada por varias comunidades
religiosas. Y así llegó a estar en contacto con la devoción que ya
existía en Paray, en donde las dos se fundieron naturalmente.
7. Cristo escogió a Santa Margarita María de Alacoque (1647-1690), una humilde monja
visitandina del monasterio de Paray-le-Monial, para revelarle los
deseos de su Corazón y para confiarle la tarea de impartir nueva vida a
la devoción. Nada indica que esta piadosa religiosa haya conocido la
devoción antes de las revelaciones, o que, al menos, haya prestado
alguna atención a ella. Estas revelaciones fueron muy numerosas y son
notables las siguientes apariciones: la que ocurrió en la fiesta de San
Juan, en la que Jesús permitió a Margarita María, como antes lo había
hecho con Santa Gertrudis, recargar su cabeza sobre su Corazón, y luego
le descubrió las maravillas de su Amor, diciéndole que deseaba que
fueran conocidas por toda la humanidad y que los tesoros de su bondad
fueran difundidos. Añadió que Él la había escogido a ella para esta obra
(27 de diciembre, probablemente del 1673). En otra, probablemente
distinta de la anterior, Él pidió ser honrado bajo la figura de su
corazón de carne. En otra ocasión, apareció radiante de amor y pidió que
se practicara una devoción de amor expiatorio: la comunión frecuente,
la comunión cada primer viernes de mes, y la observancia de la Hora
Santa (probablemente en junio o julio de 1674). En otra, conocida como
la "gran aparición", que tuvo lugar en la octava de Corpus Christi,
1675, probablemente el 16 de junio, fue cuando Jesús dijo: "Mira el
Corazón que tanto ha amado a los hombres... en vez de gratitud, de gran
parte de ellos yo no recibo sino ingratitud". Y le pidió que se
celebrase una fiesta de desagravio el viernes después de la octava de
Corpus Christi, advirtiéndole que debía consultar con el Padre de la
Colombière, por entonces superior de la pequeña casa jesuita en Paray.
Finalmente, aquellas en las que el Rey solicitó solemne homenaje y
determinó que fuera la Visitación y los jesuitas quienes se encargasen
de propagar la nueva devoción. Pocos días después de la "gran
aparición", en junio de 1675, Margarita María informó de todo al Padre
de la Colombière y este último, reconociendo la acción del [[Espíritu
Santo]], se consagró él mismo al Sagrado Corazón, dio instrucciones a la
visitandina para que pusiera por escrito los detalles de la aparición y
utilizó cuanta oportunidad tuvo para discretamente circular ese relato
en Francia e Inglaterra.
A su muerte, el 15 de febrero de 1682, se encontró en su diario de
retiros espirituales una copia manuscrita suya del relato que él había
solicitado de Margarita María, con unas breves reflexiones acerca de la
utilidad de la devoción. Ese diario, junto con el relato y un precioso
"ofrecimiento" al Sagrado Corazón en el que se explica claramente la
devoción, fue publicado en Lyón en 1684. El librito fue muy leído, aún
en Paray, aunque no dejó de causar una "horrible confusión" a Margarita
María, quien, a pesar de todo, decidió aprovecharlo para extender su
preciada devoción. Se unieron al movimiento Moulins, con la Madre de
Soudeilles, Dijon, con la Madre de Saumaise y la hermana Joly, Semur,
con la Madre Greyfié y hasta Paray, que al principio se había resistido.
Fuera de las Visitandinas, sacerdotes, religiosos y laicos
abrazaron la causa. En especial un capuchino, los dos hermanos de
Margarita María y algunos jesuitas, entre los que estaban los padres
Croiset y Gallifet, quienes estaban destinados a desempeñar un papel
importante en pro de la devoción.
8. La muerte de Margarita María, el 17 de octubre de 1690, no asfixió
el entusiasmo de quienes estaban interesados en la devoción. Todo lo
contrario. La pequeña narración que hizo el Padre Croiset en 1691 de la
vida de la santa, como un apéndice de su libro "De la devotion au
Sacre Coeur", sólo sirvió para aumentarlo. A pesar de todo tipo de
obstáculos y de la lentitud de la Santa Sede, que en 1693 concedió indulgencias
a las cofradías del Sagrado Corazón y que en 1697 otorgó a la
Visitandinas licencia para celebrar la fiesta junto con la de las Cinco
Llagas, pero que se negó a otorgar una fiesta común para toda la
Iglesia, con Misa
especial y oficio, la devoción se extendió, en particular entre las
comunidades religiosas. Quizás la primera ocasión para realizar una consagración
solemne al Sagrado Corazón y un acto público de culto fuera de las
comunidades religiosas la proporcionó la plaga de Marsella, en 1720.
Otras ciudades del sur siguieron el ejemplo de Marsella y a partir de
ahí la devoción se popularizó. En 1726 se consideró oportuno acudir de
nuevo a Roma
para solicitar una fiesta propia, pero en 1729, de nuevo, Roma se
negó. Mas por fin, en 1765, finalmente cedió y ese mismo año, a
petición de la Reina, la fiesta fue aceptada semioficialmente por el
episcopado francés. De todos los rincones del planeta llovieron las
solicitudes a Roma, y a todas se dio respuesta afirmativa. Finalmente,
gracias a las presiones de los obispos de Francia, el Papa Pío IX extendió la fiesta a la Iglesia Universal bajo la modalidad de rito
doble mayor. En 1889 la Iglesia la elevó a rito doble de primera
clase. En todos lados se realizaban actos de consagración y reparación
junto con la devoción. En ocasiones, en especial después de 1850,
grupos, congregaciones y hasta naciones enteras se han consagrado al
Sagrado Corazón. En 1875 todo el mundo católico se consagró
de esa manera. Aún así, el Papa aún no había decidido tomar la
iniciativa o intervenir directamente. Eventualmente, el 11 de junio de
1899, por orden de León XIII, y con una fórmula prescrita por él, toda
la humanidad fue solemnemente consagrada al Sagrado Corazón. La idea de
llevar a cabo esa acción, que León XIII calificó como "el gran acontecimiento" de su pontificado,
le había sido sugerida por una religiosa del Buen Pastor, de Oporto
(Portugal), quien afirmó que ella lo había recibido directamente de
Cristo. Ella, quien era miembro de la familia Drost-zu-Vischering, y
cuyo nombre de religión
era María del Divino Corazón, murió en la fiesta del Sagrado Corazón,
dos días antes de la consagración, que había sido pospuesta hasta el
siguiente domingo.
(Nota del traductor: S.S. León XIII promulgó, el 25 de mayo de 1899, la
encíclica "Annum Sacrum", en la que recomienda la práctica de la
devoción al Sagrado Corazón, y algunos de sus sucesores
hicieron lo propio, en especial Pío XI, en su encíclica
"Miserentissimus Redemptor", del 8 mayo de 1928, y Pío XII, en sus
encíclicas "Summi Pontificatus", del 20 de octubre de 1939, "Mystici
Corporis", del 29 de junio de 1943 y "Haurietis Aquas", del 15 de mayo
de 1956. Esta última contiene una exposición integral del culto y la
devoción al Sagrado Corazón y debe convertirse en lectura indispensable
para quien desee conocer a fondo la posición pontificia al respecto. El
Concilio Vaticano II, 1962-1965, hace referencia al Corazón de Cristo
en varios documentos. Finalmente, el Papa Juan Pablo II incluyó el tema como parte del Catecismo de la Iglesia Católica, en 1992).
Al hacer mención de esas grandes manifestaciones públicas no debemos
olvidar hacer también alusión a la vida íntima de la devoción en las
almas, a las prácticas que la acompañan, a las obras y asociaciones de
las que es el alma. Tampoco debemos pasar por alto el carácter social
que ha asumido en años recientes. Los católicos franceses, en forma
especial, se aferran a esa devoción como a una de sus mayores
esperanzas de ennoblecimiento y salvación.
Fuente: Bainvel, Jean. "Devotion to the Sacred Heart of Jesus." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/07163a.htm>.
Traducido por Javier Algara Cossío.
Enlaces internos
[1] Especial sobre el Sagrado Corazón de Jesús en Aci Prensa preparado por José Gálvez Krüger.
[2] Bertrand de Margerie S.J.
[3] Mateo Crawley SS.CC.
[4] Congregación de los Sagrados Corazones de Jesús y de María
[5] Corazón de María, Corazón de la Iglesia (I).
[6] Corazón de María, Corazón de la Iglesia (II).
[7] Colegio de la Recoleta (Lima- Peru)
[8] Cardenal Rouco presidirá renovación de consagración de España al Sagrado Corazón.
[9] Arzobispo de Quito preside renovación de Consagración de Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús.
[10] Gabriel García Moreno.
[11] Consagrarán a Panamá al Sagrado Corazón de Jesús.
[12] Colombianos renuevan consagración al Corazón de Jesús y María el 12 de octubre.
[13] Apostolado de la Oración.
[14] Margarita María Alacoque.
Enlaces externos
[15] El sagrado Corazón de Jesús en el Perú.
[16] Apostol peruano del Sagrado Corazón.
[17] Detente del Corazón de Jesús.
[18] Tesoro escondido en el Sacratísimo Corazón de Jesús.
[19]
Librito "Tesoro escondido en el Sacratísimo Corazón de Jesús", texto
íntegro de la primera edición, imprenta de Alonso del Riego, impresor de
la Real Universidad, Valladolid, 1734.
[20]Vida de Bernardo de Hoyos.
[21] Principios del reinado del Corazón de Jesús en España, por el P. José Eugenio de Uriarte, S.J., Madrid, 1880
[22]Libro
o manuscrito “Vida del V. y angelical joven P. Bernardo Francisco de
Hoyos de la Compañía de Jesús”, escrito por su Director espiritual el P.
Juan de Loyola S.J. poco después de la muerte de Bernardo en 1735.
[23]
Carta del rey Felipe V de España al Papa Benedicto XIII, pidiendo Misa
y Oficio propio del Sagrado Corazón de Jesús, para todos sus Reinos y
Dominios (año 1727).
[24] Consagración de España al sagrado Corazón de Jesús.
[25] Canción "Viva Cristo Rey".
[26] Canción "Tu reinarás".
[27] Imágenes del Sagrado Corazón de Jesús.
[28] Novena al Sacratísimo Corazón de Jesús.
[29] Reinaré en España.
[30] Carta Encíclica Haurietis aquas.
[31] Carta Encíclica Annum Sacrum.
[32] Carta Encíclica Miserentissimus Redemptor
[33]Carta Encíclica Summi Pontificatus
[34] Carta Encíclica Mystici Corporis